La vieja y la gallina

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El Cuento de la Vieja y la Gallina

Esta es la fábula de la Vieja y la Gallina, una entretenida história que gusta a grandes y pequeños, y que nos deja una maraleja que tener siempre presente en la vida.

Había una vez un pequeño pueblo del Tíbet en el que vivía una anciana que le gustaba cenar un huevo todos los días. No quería comer ningún otro alimento que no fuera un huevo antes de dormir.

La vieja y la gallina

Cada mañana, se dirigía con su bastón al mercado para comprar un delicioso huevo de corral, tan blanco como la nieve, que sería su cena esa noche.

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Un día, sus pobres piernas comenzaron a fallar debido a su avanzada edad. Caminar todos los días al mercado era muy agotador para ella. Así que decidió romper la pequeña alcancía de barro que guardaba en un cajón y compró una gallina con todos sus ahorros.

– ¡Es un buen plan! Cuidaré a la gallinita muy bien para que cada día me regale un huevo para cenar. ¡Así no tendré que ir nuevamente al mercado!

Así lo hizo. Eligió una hermosa gallina blanca y regresó con ella a casa.

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La gallina, que era muy inteligente, encontró un rincón de la cocina muy cómodo donde había un suave y esponjoso cojín. A la anciana no le molestó y se lo permitió, ya que quería que se sintiera feliz. La alimentaba todos los días con el mejor maíz y por las noches la tapaba con una manta de lana muy cálida para que durmiera sin pasar frío.

La gallina se sentía como una reina. En agradecimiento, se esforzaba mucho en poner cada mañana el mejor huevo para que la ancianita tuviera su cena asegurada. La mujer lo recogía muy feliz y le decía:

– ¡Qué ricos están tus huevos, mi querida gallinita. ¡Muchas gracias!

La ancianita estaba tan feliz que decidió invitar a cenar a unos vecinos. Llamó a cinco de sus amigos, así que necesitaba que la gallina pusiera seis huevos, uno para ella y cinco para sus invitados.

– Querida, gallinita, ¿puedes poner seis huevos para hoy? ¡Estaré muy feliz si lo haces?

Pero la gallina se negó moviendo la cabeza de lado a lado. La pobre ave sólo podía poner un huevo al día con mucho esfuerzo y seis huevos era algo imposible para ella. La anciana, al no entender que la gallinita no podía poner más de un huevo al día, siguió insistiendo:

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– ¡Vamos, gallina, dame mis seis huevos, uno sólo no es suficiente!

La gallinita se sentía muy triste ante la insistencia de la anciana. Desconcertada, la miraba tratando de hacerle entender que no era su culpa.

Por desgracia la anciana perdió la paciencia y se enfadó mucho. Entonces, llena de ira, decidió tomar a la pobre gallina y abrirla para tomar todos los huevos que ella pensaba que guardaba en su interior. Pero no había ni uno sólo huevecillo.

Se había quedado sin gallina y sin huevos. No sabía qué hacer. El tiempo se acababa y los invitados estaban a punto de llegar. Así que se le ocurrió quitarle las plumas a la gallina, untarla con un poco de aceite y condimentos, y meterla en el horno.

Los vecinos llegaron y se sentaron a la mesa. La ancianita apareció con una bandeja con la gallina asada. Uno de los vecinos comentó:

– ¿Una gallina? ¡Qué raro, tú siempre cenas un huevo!

– Sí, es verdad. Intenté que mi gallina pusiera hoy seis huevos, pero no lo logré, así que decidí convertirla en nuestra cena.

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Los amigos escucharon la historia y se echaron a reír:

– ¡Ja, ja, ja… Qué risa! ¡Las gallinas sólo pueden poner un huevo al día! ¡Ahora no tendrás ni una cosa ni la otra!

La anciana, por culpa de su impulsividad, había sacrificado a su gallinita y ya no tenía la posibilidad de cenar un huevo todas las noches.

Al acostarse, la anciana reflexionó sobre lo que había pasado hasta que se le ocurrió una idea:

– ¡Sí! ¡Ya sé lo que haré! Iré al mercado y me informaré bien de cómo es que las gallinas ponen huevos.

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Así lo hizo. La mañana siguiente, la ancianita fue al mercado y el vendedor le confirmó que sólo podía obtener un huevo diario. La mujer tuvo otra gran idea: compraría diez gallinas que le darían diez huevos cada mañana.

A partir de ese día, continuó disfrutando de un riquísimo huevo para cenar. Así, los otros nueve huevos los guardó para cuando recibiera más invitados. Si te gustó la fubula y quieras saber más, aqui te dejo un enlace y te sugiero que vayamos a seguir leyendo más aventuras de nuestros cuentos favoritos, ingresemos aquí y pásala bien conmigo.

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